L'ORNITONIGMA

dijous, 30 d’octubre del 2008

Anelles de cigonyes a Montoliu (Lleida)



Com explicava al post anterior, l'aproximació amb tractor em va permetre llegir alguna de les anelles que portaven algunes de les cigonyes. N'hi havia dos tipus:

a) Les tradicionals cilíndriques de PVC: totes blanques amb dígits negres (probablement d'origen francès), excepta una blau clara amb dígits blancs (posiblement d'origen italià).

b) Anelles negres hexagonals amb dos codis: l'EURING que identifica el país d'origen (tres lletres grosses); i el codi alfa-numèric que identifica l'exemplar (tamany d'impressió més petit). Aquestes aus són d'origen centroeuropeu i eren les més nombroses; no obstant això, no vaig poder fer gaires lectures a causa de la dicultat per llegir aquest tipus d'anella.

Tot seguit mostro una graella amb les lectures que vaig fer:


Pelicà vulgar a Montoliu de Lleida

El passat 27/10/08 vaig veure a l’abocador de Montoliu de Lleida el Pelicà vulgar Pelecanus onocrotalus que varen trobar al Centre de Recuperació de Fauna de Vallcalent (Lleida) el passat dia 10. D’ençà s’està veient a diversos indrets de les rodalies de la ciutat de Lleida, inclòs el mateix centre urbà de la ciutat (cliqueu aquí). Es tracta del mateix exemplar que van veure al setembre als Aiguamolls de l’Empordà i que prèviament havia estat observat a diversos països centreeuropeus (aquí podeu veure un esquema de la ruta migratòria que ha seguit). Viatja acompanyat d’un grup de cigonyes Ciconia ciconia.

Jo el vaig observat associat a un gran grup de cigonyes (330 ex.), i gràcies a la cortesia d’un pagès, que em va apropar amb el seu tractor al gran estol d’ocells, el vaig poder veure amb molt detall, a més de poder fer la lectura d’unes quantes anelles de cigonyes sense espantar-les. Al cap d’una estona tot el grup va aixecar el vol: una part de les cigonyes se’n van anar cap a l’abocador, mentres que la resta -amb les quals es trobava el pelicà- es van enlairar seguint una tèrmina i es van perdre cap a ponent. El dia 29 hi vaig tornar, però no hi era. Va ser observat, però, a Vallcalent per Marc Gálvez.





A veure qui troba a "Wally" el Pelicà.

diumenge, 5 d’octubre del 2008

Crónica de un verano ártico: Varanger y Finlandia

Han pasado más de tres meses desde la última vez que actualicé el blog. Durante todo ese tiempo prácticamente no he estado por Barcelona y poca cosa puedo contar de lo sucedido por aquí. Lo único que puedo compartir con vosotros, son las observaciones hechas este verano en dos sitios bastante distintos y muy alejados entre si: el sur de la península de Varanger -al norte de Noruega- junto con el este de Finlandia; y el suroeste de Galicia. Precisamente desde este último lugar, mientras exprimía los últimos días al verano que ya ha pasado, impregnado del característico olor a ocle que llegaba de la costa cercana, escribí esta crónica donde relato lo más interesante de aquellos parajes del norte de Europa.


Aunque para ver aves, eran fechas relativamente tardías (primera quincena de julio) para esas latitudes, tuve la suerte de disfrutar de fantásticos “bimbos”, y de muy buenos “reencuentros” con viejos -o no tan viejos- “conocidos”, en medio de unos (casi siempre) entornos extraordinarios. Pero toda moneda tiene su cruz, y también hubo ausencias destacables, y grandes vacíos en los que no se veía ni oía nada, especialmente en los extensos bosques de Finlandia. Esas ausencias son precisamente un buen motivo –aunque los hay mucho mejores- para repetir destino. Fueron, en definitiva, dos semanas de intensa actividad ornitológica con jornadas largas y agotadoras (especialmente para Miquel con quien compartí el viaje), pero llenas de emociones intensas.


1 de julio: una breve estancia en Helsinki


La capital de Finlandia se asoma al mar Báltico, tímida, tras su cohorte de pequeñas islas e islotes. Es una ciudad portuaria, sobria y con numerosos parques y amplios bulevares. Hay un sonido que domina el ambiente: el plañir de los cientos de gaviotas canas Larus canus que tienen la ciudad por hogar. Los alrededores del Kauppatori (mercado), en el núcleo del puerto de ferries, es un buen lugar donde poder observar gaviotas. Allí se congregan un buen número de canas y en menor medida, también, gaviotas reidoras L. ridibundus, argénteas L. argentatus argentatus, y las más escasas gaviotas bálticas L. fuscus fuscus.




Larus canus

Larus fuscus fuscus



En los parques, además de las especies habituales para nosotros, son frecuentes los zorzales reales Turdus pilaris, las collalbas grises Oenanthe oenanthe y algunas rarezas como el Carricero de Blyth Acrocephalus dumetorum (el único que vi en toda la ciudad). En los parques costeros, como el de Kaivopuisto, los grupos de ostreros Haemantopus ostralegus y de barnaclas cariblancas Branta leucopsis son frecuentes alimentándose en el césped, a veces en números sorprendentemente grandes.





Branta leucopsis en el parque Kaivopuisto




2 de julio: Entre Rovaniemi y Kaamanen


Era mediodía cuando aterrizamos en el aeropuerto de Rovaniemi. Lucía un sol espléndido y la temperatura era sorprendentemente alta para aquellas latitudes. Con nuestro coche alquilado emprendimos rumbo norte por la carretera del Ártico. A ambos lados se extendía continuo el bosque de coníferas, sólo rota su verde monotonía por innumerables lagos, uno más bonito que el siguiente. Parada aquí, parada allá para hacer observaciones y disfrutar de los paisajes, el inicio del trayecto no pudo comenzar mejor. Poco antes de alcanzar la población de Kirakkakögas, al norte de Ivalo, tuvimos la suerte de observar un grupo de 5 camachuelos picogruesos Pinicola enucleator. Esperábamos verlos en los comederos que hay preparados en determinados lugares al efecto, pero allí estaban, como esperando. En los comederos, sin embargo, por más que esperamos no hubo suerte. Después de pernoctar en Kaamanen, envueltos en una pringosa película de repelente para esquivar (con relativo éxito) las hordas de miles de mosquitos, reanudamos camino hacia la ciudad noruega de Vadso, que seria nuestra base de operaciones en los cinco próximos días.



3 de julio: de Kaamanen (Finlandia) a Vadso (Noruega)


El entorno de Kaamanen nos brindó las primeras observaciones de Arrendajo funesto Perisorius infaustus y de Carbonero lapón Parus cinctus, y la primera y única cita en todo el viaje de Pico tridáctilo Picoides trydactylus, como cosas más destacadas. Las observaciones comenzaron muy temprano, a las 4 de la mañana, bajo un cielo espléndido y rodeados por una nube de mosquitos. A orillas del Kaamasjoki (joki es río en finés) pescaba un nutrido grupo de charranes árticos Sterna paradisea, y en las orillas reposaban varias parejas de Porrón osculado Bucephala clangula. Las ciénagas cercanas y los bosquetes semiinundados de abedul estaban ocupados por varias parejas de andarríos bastardos Tringa glareola, archibebes claros T. nebularia, un par de zarapitos reales Numenius arquata, y sobre un poste de teléfonos una Agachadiza común Gallinago gallinago observaba inquieta, en cuestión de segundos desapareció en la ciénaga boscosa. Aquello me parecía increíble, en un breve espacio de tiempo, habían aparecido algunas “especialidades” de la zona como servidas en bandeja. Casi sin esfuerzo. No obstante la buena racha no duró mucho tiempo. El resto del trayecto por territorio finlandés, fue bastante pobre. En hábitat apropiado tuvimos varios contactos con mosquiteros boreales Phylloscopus borealis, que aún cantaban con fuerza; en las ciénagas y en los múltiples lagos y lagunas además de los ya citados, vi varias parejas aisladas de Falaropo picofino Phalaropus lobatus; grupos de Porrón moñudo Aythya fuligula y asociado a uno de ellos, un bonito macho de Porrón bastardo A. marila. También abundaban las lavanderas boyeras Motacilla flava thunbergi; y menos abundante, pero muy conspicuo, el Pechiazul Luscinia svecica svecica. Por los bosquecillos de sauces y abedules pude ver algún Pardillo sicerín Carduelis flammea flammea y numerosos pinzones reales Fringilla montifringilla (abundantísimo en algunas zonas), entre otras muchas cosas. Sin embargó, ¡no tuve ni un solo registro de Archibebe oscuro Tringa erythropus!, que fue uno de esos grandes ausentes.






Bucephala clangula

Tringa glareola

Motacilla flava tunbergi
Carduelis flammea

Luscinia svecica svecica

Phalaropus lobatus


Después de abandonar la ciudad fronteriza de Utsjoki, sin lograr ver un solo Ratonero calzado Buteo lagopus, seguimos el cauce del caudaloso río Tana, frontera natural entre Noruega y Finlandia, hasta llegar a la cabecera del fiordo de Varanger. Noruega nos recibió con un cielo plomizo que no nos abandonó en los cinco días de estancia, una lluvia fina e intermitente que casi no dio tregua, y un viento pertinaz que acentuaba la sensación de frío (la temperatura osciló entre los 3ºC y los 9ºC). ¡Pero al menos los mosquitos desaparecieron casi por completo! La entrada en el Varangerfjord fue espectacular, por lo que a aves se refiere. En la primera parada que hicimos, a la altura de Nyborg, faltaban ojos para ver todo lo que había sobre aquellas aguas: grandes grupos de eideres comunes Somateria mollissima aparecían por doquier, bandos de negrones comunes y especulados (Melanitta nigra y M. fusca respectivamente), serretas grandes y medianas (Mergus merganser y M. serrator) y un grupo de cinco espectaculares colimbos árticos Gavia arctica. La siguiente parada nos brindó una observación de lujo: un Buho campestre Asio flammeus en vuelo rasante de caza sobre un prado costero. Pero lo mejor vino un poco más adelante. Camino de Vadso y pasada la población de Laksebybukt, hice que Miquel pegara un frenazo de espanto: en la orilla de una playa rocosa reposaba algo sospechoso. Al bajarnos y asomarnos un precioso macho de Eider de Steller Polysticta stelleri, en perfecto plumaje nupcial, alzó el vuelo con un pequeño grupo de serretas grandes. Varanger nos daba la bienvenida.



Somateria mollissima



4 de julio: Poco más allá de Ekkeroy


La noche anterior, Oivind Zahl, propietario de la casa donde nos hospedamos, nos informó de los mejores sitios de la zona para ver Eider de Steller, y un amigo nos alertó de la presencia de un Colimbo de Adams Gavia adamsii en aguas de Ekkeroy. Yo ya estaba ansioso por salir. Por la mañana una discreta lluvia se empeñaba en caer. Tanto daba. Después de un mega desayuno, marchamos raudos a barrer la costa en busca de esas dos interesantes especies. La carretera transcurre paralela a la línea de costa y permite una visión perfecta de la zona. Cada poco ibamos haciendo paradas, y es que había grupos de anátidas por todas partes, por no hablar de los incontables grupos de gaviotas. Finalmente dimos con el bando de eideres de Steller (hembras y machos inmaduros y lo que me pareció un macho aparentemente adulto mudando a eclipse). Estaban en una pequeña ensenada al este de la pequeña localidad de Kiby: 17 ex. que se dejaron observar a placer. Cumplido el “Objetivo Steller”, fuimos a probar suerte con el Colimbo de Adams. Fue llegar y besar el santo. Su cuerpo voluminoso y su prominente pecho blanco, resaltaban su solitaria presencia. Se trataba de un ejemplar de primer verano, que pudimos observar todos los días que estuvimos en Varanger: ir a ver al Adams se convirtió en una liturgia. Abstraído en la observación del colimbo, me relajé y mi cuerpo descansó de tantas horas de actividad. Pero aquel primer día iba a ser de infarto. Después de mirar y remirar el colimbo, hicimos un barrido con los prismáticos y a unas pocas decenas de metros, mimetizados entre los eideres comunes, topé un grupo de eideres reales S. spectabilis. Eran dos hembras, dos machos de primer verano y un macho adulto entrando en eclipse. Recuperados de la emoción, visitamos la cercana colonia de Gaviota tridáctila Rissa tridactyla. En los acantilados que miran al mar, se hacinaban miles de pajeras de estas aves, hasta 20000 según rezaba el panel informativo. El resto del día cundió con magníficas observaciones de págalos parásitos Stercorarius parasiticus, numerosos limícolas y algunos paseriformes propios de la zona.


Gavia adamsii


Polysticta stelleri


Somateria spectabilis
Colonia de Rissa tridactyla en los acantilados de Ekkeroy



5 de julio: Alcanzo la ciudad de Vardo


En el extremo más oriental de Noruega, se encuentra la ciudad de Vardo, un lugar alejado de todo, más allá del cual sólo se extienden infinitas las gélidas aguas del mar de Barents. Es una ciudad peculiar. Enclavada en una isla costera, resulta aparentemente inaccesible. Sin embargo, esa insularidad es tan solo, eso, aparente, a 88 m. de profundidad un tunel de 2890 m. une la isla con el continente. Pero el gran atractivo de Vardo para cualquier ornitólogo, está en la cercana isla de Hornoya. En sus acantilados crían miles de álcidos y de gaviotas tridáctilas, además de otros cuantos miles de gaviotas argénteas y gaviones Larus argentatus argentatus y L. marinus respectivamente. Ese día el tiempo era inclemente, el acceso imposible. Sólo quedaba esperar que el tiempo amainara.


Bajo una lluvia que a penas cesó, pasamos el día recorriendo la costa y haciendo pequeñas incursiones en la tundra circundante. En Kiby continuaba el bando de 17 eideres de Steller, y en Ekkeroy el Colimbo de Adams, además de 3 hembras y un macho de primer verano de Eider real. La sorpresa la tuvimos en Komagvaer, donde en un enorme bando de anátidas (más de 300 serretas medianas, unos 100 eideres comunes, una treintena de serretas grandes y varias decenas de haveldas Clangula hyemalis) descubrimos otra hembra de Eider de Steller. Hacia el interior no faltaron los chorlitos dorados Pluvialis apricaria, las agujas colipintas Limosa lapponica, los zarapitos trinadores Numenius phaeopus… Aunque lo mejor de la tarde apareció entre la niebla: un magnífico cisne cantor desdibujado entre los jirones de niebla, balanceándose plácidamente sobre las grises aguas de un lago.



Clangula hyemalis y Mergus serrator

Pluvialis apricaria

Cygnus cygnus



6 de julio: rutas interiores


Como cada día, un cielo cerrado aventuraba un día lluvioso. Esta vez partí solo en dirección a Vardo. Tenía el propósito de, por un día, darle la espalda al mar y dedicarme a explorar las zonas interiores. Al pasar por Kiby comprobé que continuaba el grupo de eideres de Steller, y en Ekkeroy lucía espléndido el Colimbo de Adams. Me fui adentrando por las distintas pistas y caminos que desde la carretera penetraban en la tundra. Cerca de la población de Kiby, vi acercarse un ave mediana y estilizada, de vuelo muy ágil y potente. Un ejemplar adulto de Págalo rabero S. longicaudus pasó a unos metros sobre mi cabeza y se perdió hacia el interior. Otra de las especialidades árticas, que en muy contadas ocasiones pude observar durante el paso otoñal en el Cantábrico, se acababa de dejar observar. Una observación breve, de muy buena calidad, pero en vuelo. ¡Vaya! Por el contrario, fueron al menos 10 las parejas de Págalo parásito que pude observar posadas en sus atalayas controlando sus trozos de tundra. Compartiendo territorio aparecían dispersas parejas de Chorlitejo grande (aquí cría la subespecie tundrae), Chorlito dorado (muy numeroso), Correlimos común (menos común de lo que esperaba), zarapitos trinadores, Archibebe común Tringa totanus (muy común en algunas zonas), Vuelvepiedras Arenaria interpres (más abundante cuanto más cerca de la costa). Al borde de un pequeño lago al norte de Vardo, una pareja de colimbos chicos Gavia stellata había instalado su nido.




Carretera de Vardo a Hamningberg

Stercorarius parasiticus

Tringa totanus

Arenaria interpres



Esta salida fue la única en la que vi Ánsar campestre Anser fabalis: 9 ex en una pequeña laguna al sur de Inre Kiberg. No pasaron ni dos minutos desde que los localicé hasta que repentinamente alzaron el vuelo. Una silueta inmensa y oscura se recortó sobre el cielo de la laguna. Un Pigargo Haliaeetus albicilla inmaduro espantó todo lo que había en ella. Fue uno de los tres ejemplares que vi en Varanger. Sólo uno de ellos era adulto.



Haliaeetus albicilla



En cuanto a paseriformes, destacar la abundancia de Escribano lapón Calcarius lapponicus, que no obstante resultaba relativamente difícil de localizar, y Collaba gris Oenanthe oenanthe; y sobre todo de bisbitas, tanto del Común Anthus pratensis como del Gorguirrojo A. cervinus; por el contrario, el Costero A. petrosus resultó mucho más escaso y haciendo honor a su nombre, sólo lo encontré en la misma costa o muy próximo a ella. En las zonas donde crecía una vegetación con algo más de porte, abundaban los mosquiteros musicales Phylloscopus trochilus, cantaba algún macho de Pinzón real y de Zorzal alirrojo Turdus iliacus, y vi y escuché un Mosquitero boreal, el único que encontré en la parte oriental de Varanger.



Calcarius lapponicus

Anthus cervinus

Anthus petrosus
7 de julio: Hornoya

Después de varios días lloviendo intermitentemente, la mañana del 7 de julio resultó algo esperanzadora, entre los grises nubarrones se dejó entrever algún trozo de cielo azul, pero con que no las teníamos todas con nosotros, apretamos acelerador hacia Vardo. Era un buen día para dar el salto a Hornoya.

Situada al este de Vardo, la isla de Hornoya, junto con la isla de Reinoya, forma parte de una reserva natural que acoge más de 80000 parejas nidificantes de diversas especies de aves marinas. Destacan los álcidos, de los que se pueden observar todas las especies del Atlántico norte, excepto el Mérgulo marino Alle alle. También es posible deleitarse con los bisbitas costeros y los pardillos piquigualdos Carduelis flavirostris. Para mí, fue sin lugar a dudas, la mejor experiencia de todo el viaje. El puerto de Vardo también dio alguna observación interesante: un gran bando de falaropos picofinos (142 ex.) y varios araos aliblancos Cephus grylle. Os dejo con algunas de las fotografías que tomé.



Alca torda

Uria aalge

Uria lombia (centro y centro izquierda)

Fratercula arctica

Rissa tridactyla
8 de julio: De vuelta a Finlandia

Aquello parecía una broma pesada. Abandonamos Varanger con un espléndido día soleado y templado (12 ºC), atenuado por una ligera brisa, sólo eso, ligera. En el puerto de Vadso apareció un bando de 17 eideres de Steller, que aunque coincidente en número de ejemplares con el que habíamos visto en Kiby, variaba en la composición por sexos y edades. Es por ello que creemos que podría tratarse de un grupo diferente.

Después de varios días en Varanger dejábamos Noruega con una sonrisa de oreja a oreja, pero con la esperanza de volver algún día a por 3 especies que no se dejaron ver: Falco rusticolus, Eremophila alpestris y Carduelis hornemanni.

De nuevo en Finlandia, el paisaje de la tundra dio paso a los bosques boreales. El Ratonero calzado que no vimos a la ida, apareció a la vuelta (fue entre Utsjoki y Kaamanen). Esa tarde teníamos que llegar a Ivalo. Fuimos haciendo paradas por el camino. En las cienagas vimos varias parejas de Pechiazul, reaparecieron las lavanderas boyeras y continuabamos viendo bastantes parejas de Chorlito dorado. En los bosques, por el contrario, había muy poca actividad, detectando tan solo algún Colirrojo real Phoenicurus phoenicurus, varios zorzales alirrojos, unos pocos reyezuelos sencillos Regulus regulus, algún Carbonero sibilino Parus montanus y unos cuantos machos de Pinzón real, la especie sin duda más abundante.


Buteo lagopus



9 y 10 de julio: por los alrededores de Ivalo

El buen tiempo volvía a acompañarnos y con él, las hordas de mosquitos se hacían insufribles. Ivalo, a parte de contar con una masa forestal interminable, está rodeado de lagos, ríos y marismas. Mientras desayunábamos en el hotel, un confiado macho de Cuco Cuculus canorus se posó a menos de 2 m. de nuestra ventana. Allí estaba, atento desde su atalaya a lo que se le pusiera al alcance. Lo que pudimos comprobar es que sólo se mostraba confiado al otro lado del vidrio. Con el estómago bien lleno, enfilamos la carretera hacia Nellim, al NE de Ivalo. Hicimos una primera parada en un claro de bosque recientemente talado. Crecían algunos sauces y abedules con porte arbustivo (muy pocos eran los que sobrepasaban el metro de altura). Aquel espacio acogía una sorprendente cantidad de pajarillos: 10 tarabillas norteñas Saxicola rubetra, 16 mosquiteros musicales, 2 mosquiteros boreales (aún cantaban), un Chochín Troglodytes troglodytes (¡vaya sorpresa encontrarlo tan al norte), 2 escribanos palustres Emberiza schoeniclus, 4 escribanos cerillos E. citrinella y, por supuesto, pinzones reales. En el mismo borde de la carretera, se alimentaba un grupo de carboneros sibilinos y un Carbonero lapón. Cada parada tenía algún resultado. En una pequeña ciénaga al este de Akujärmi un Andarrios bastardo vigilaba de su pollo, que hacía ya la mitad del tamaño de un adulto. En Keväjärmi encontramos una hembra de Serreta chica con siete pollitos. No fue la única que vimos, más al este encontramos otra con 4 pollos más y otros 2 adultos. Por los lagos abundaban los porrones moñudos y osculados y los grupos de Ánade silbón Anas penelope. Disfrutamos de la fantástica estampa de un Colimbo ártico con dos pollos pequeños.
A media mañana se hizo el silencio. Exploramos muchos tramos de bosque con escasos resultados: algún papamoscas cerrojillo Ficedula hypoleuca, papamoscas grises Muscicapa striata, zorzales alirrojos, mosquiteros musicales y un solitario Pardillo sicerín. No fue hasta el atardecer cuando llegaron las campanadas: primero nos sorprendió un Mochuelo chico Glacidium paserinum, después descubrimos un Ampelís europeo cantando desde lo alto de una pícea y mientras lo observábamos, un osado Arrendajo funesto voló casi hasta nuestros pies. Intentamos atraerlo con pan, que era lo único que teníamos en ese momento, pero se mantenía muy esquivo y acabo perdiéndose en el interior del bosque.
Mergus albellus


El día 10 amaneció nublado, la lluvia de nuevo volvía a amenazarnos. Dedicamos la mañana a visitar la reserva de Mielikköjärven Lintutorni. Una zona húmeda, situada a pocos kilómetros al este de Ivalo, donde se puede disfrutar y disfrutamos de la observación de grullas Grus grus. Desde la torre de observación pudimos ver una pareja con un pollo bastante pequeño, además de la mayoría de las anátidas presentes en la zona y un Arrendajo funesto.


Panorámica de Mielikköjärven Lintutorni
Esa tarde teníamos previsto llegar a Kuusamo, de modo que nos esperaba un buen trecho de carretera. Al poco de abandonar Ivalo comenzó a llover. Y bajo una lluvia tenaz hicimos todo el trayecto. Lagos y bosque se sucedían. El Cisne cantor, una especie que hasta Ivalo habíamos visto de forma muy puntual, comenzó a dejarse ver con más frecuencia y pudimos observar varias familias. Finalmente, llegamos a Ruka, un poco al norte de Kuusamo, donde pasaríamos la noche. Las perspectivas no podían ser peores, llovía a cántaros y una niebla espesa ocultaba la cima de la sierra de Valtavaara. Sin embargo, el fantástico estofado de alce que nos pusieron para cenar, nos levantó el optimismo.

11 de julio: Sierra de Valtavaara

Este era uno de los objetivos principales del viaje. En esta región de Finlandia es donde más posibilidades hay de observar Coliazul cejiblanco Tarsiger cyanurus. Bien temprano y bien desayunados, enfilamos hacia la base de la sierra. Pertrechados contra el agua, encaramos la montaña a paso lento, haciendo frecuentes paradas para escuchar y observar. La vegetación era tupida y el suelo estaba totalmente encharcado. Fuimos ascendiendo por el sendero marcado. Después de media hora hicimos un repentino stop, sobre las ramas de una pícea se recortaba una pequeña y rechoncha silueta, un Mochuelo chico nos observaba fijamente. ¡Era el segundo que veíamos y sin guía! Estábamos teniendo suerte. Alcanzamos un altiplano habiendo observado un macho de Halcón abejero Pernis apivorus, Andarríos bastardo, varios petirrojos Erithacus rubecula, una pareja de colirrojos reales, las cuatro especies de zorzales, hasta 14 carboneros sibilinos, algún Agateador norteño Certhia familiaris y un grupo de piquituertos, pero comunes (el Piquituerto lorito fue una de las especies que nos quedó por bimbear, al menos con seguridad). Alcanzamos un refugio cerca de la cota máxima y unos 100 m. más abajo, ya en la otra ladera, sentimos cantar un Coliazul. Era media mañana. El corazón se nos catapultó, nos pusimos a buscarlo, pero no dimos con él y eso que llegamos a tenerlo relativamente cerca. Al final nos dimos por satisfechos con haberlo oído.
La vuelta fue muy dura. Aparte de no ver prácticamente nada, el camino se convirtió en un sendero fangoso y medio inundado, la lluvia comenzó a caer sin piedad, y el día desapareció tras una espesa cortina de agua. Nuestro goretex se vio superado y las botas se empaparon hasta los tobillos (caminabamos sobre una esponja de musgo bajo una lluvia implacable). Cuando llegamos al apartamento, empapados y entumecidos, nuestros cuerpos agotados pidieron un alto y después de comer la siesta se alargó hasta las nueve de la noche. Dimos la jornada por finalizada y con ella Kuusamo.
12 de julio: Camino de Parikkala

Abandonamos Kuusamo como lo encontramos, gris, húmedo y lluvioso, y con un sabor amargo por no haberle podido sacar más provecho a aquellas colinas tan prometedoras. A medida que avanzabamos hacia el sur, en el cielo se fueron abriendo tímidos claros. Una especie que se fue haciendo cada vez más notoria, fue la Gaviota enana Larus minutus. Habíamos visto algunas al norte de la región de Kuusamo, pero cuanto más al sur, más abundante parecía. Al contrario que los charranes árticos, que se fueron rarificando hasta ser virtualmente sustituidos por los muy abundantes charranes comunes.


Sterna hirundo
El buen tiempo duró poco. A medida que nos aproximábamos al extremo suroriental de Finlandia los jirones de nubes dieron paso a un cielo cada vez más cerrado hasta que acabamos envueltos otra vez por una espesa cortina de agua. Llegamos a Parikkala a última hora de la tarde. El hotelito, situado a orillas del extenso lago Simpele, tenía una panorámica grandiosa. En los jardines se alimentaban varios zorzales reales (una tónica de todo el viaje-, y desde el embarcadero pude observar Somormujo lavanco Podiceps cristatus, Somormujo cuellirrojo P. grisegena y varios charranes comunes. Era hora de irse a dormir, teníamos un intenso día por delante y necesitabamos el descanso como el respirar.


13 de julio: Alrededores de Parikkala

Amaneció un día esplendido, un cielo azul y raso y una temperatura absolutamente veraniega. Los alrededores de Parikkala son un mosaico de bosques, prados y lagos, una combinación perfecta para multitud de pajarillos y aves acuáticas. Cerca del hotel encontramos dos familias de cisnes cantores. Los somormujos cuellirojos resultaban sorprendentemente abundantes, no habiendo rincón del gran lago Simpele donde no viéramos alguno. En los campos vimos los primeros alcaudones dorsirrojos Lanius collurio de todo el viaje, sentimos cantar un par de ruiseñores rusos Luscinia luscinia, y en las inmediaciones del pueblo, descubrimos un sigiloso Carricero de Blyth.


Podiceps grisegena


Tras una parada al medio día para comer y dejar pasar la canícula, nos dirigimos a la cercana reserva de Siikalahti, una extensa zona húmeda donde nidifican multitud de especies de aves acuáticas. Rodeadas por el cañaveral hay varias islas boscosas, algunas de las cuales son accesibles a través de pasarelas. Este es un buen hábitat para el Pico dorsiblanco Dendrocopos leucotos. Lo intentamos en varios sitios, pero no apareció. Los que si estaban omnipresentes eran los carricerines comunes, que aún cantaban con fuerza en fechas ya tan avanzadas. Había una gran variedad de anátidas: cisnes cantores, ánades silbones, un friso Anas strepera, cercetas comunes y carretonas A. querquedula, azulones, rabudos, cucharas, porrones común, moñudo y osculado, y serretas chica y grande. El cañaveral fue sobrevolado por al menos cinco aguiluchos laguneros y de una de las islas salió directo hacia el cañaveral un Alcotán Falco subbuteo. En unos prados lejanos pastaban varias grullas y se veían a las avefrías Vanellus vanellus con sus pollitos. La estrella, sin embargo, vestía de encarnado, y no hablo del somormujo cuellirrojo –del que vimos un par de parejas-, sino de su pariente más pequeño el zampullín Podiceps auritus. Contabilizamos un total de 16 ex. –algunos con crías-, la mayoría cercanos a una colonia mixta de Gaviota reidora y Charrán común.



Podiceps auritus


Esperamos a que cayera la noche, con la intención de probar suerte –aunque eran fechas un poco tardías- con la Buscarla fluvial Locustella fluviatilis y ¡bingo!, aunque muy suave y espaciado, sentimos cantar un ejemplar en el límite entre los sauces y el cañaveral. Pero sin duda, el sonido que lo ocupó todo fue el canto estridente del Guión de codornices Crex crex. Los campos parecían infestados. Nuestra suerte aún nos deparaba una última sorpresa: dos mochuelos boreales Aegoleus funereus nos salieron al paso cuando circulábamos por una pista forestal cercana al pueblo. Aquella noche dormimos como lirones. Al día siguiente teníamos que viajar de vuelta a Helsinki, para el día 15 volver a Barcelona.
A pesar de que se quedaron muchas especies por ver, de que la climatología no nos acompañó demasiado, del sueño acumulado, del cansancio arrastrado, de las picaduras de mosquito, nos trajimos un gratísimo recuerdo de este viaje por el Ártico y los bosques boreales. La última especie que vimos antes de abandonar suelo finlandés, fue un grupo de 22 barnaclas canadienses Branta canadensis, bajo la lluvia claro.