9 y 10 de julio: por los alrededores de Ivalo
El buen tiempo volvía a acompañarnos y con él, las hordas de mosquitos se hacían insufribles. Ivalo, a parte de contar con una masa forestal interminable, está rodeado de lagos, ríos y marismas. Mientras desayunábamos en el hotel, un confiado macho de Cuco Cuculus canorus se posó a menos de 2 m. de nuestra ventana. Allí estaba, atento desde su atalaya a lo que se le pusiera al alcance. Lo que pudimos comprobar es que sólo se mostraba confiado al otro lado del vidrio. Con el estómago bien lleno, enfilamos la carretera hacia Nellim, al NE de Ivalo. Hicimos una primera parada en un claro de bosque recientemente talado. Crecían algunos sauces y abedules con porte arbustivo (muy pocos eran los que sobrepasaban el metro de altura). Aquel espacio acogía una sorprendente cantidad de pajarillos: 10 tarabillas norteñas Saxicola rubetra, 16 mosquiteros musicales, 2 mosquiteros boreales (aún cantaban), un Chochín Troglodytes troglodytes (¡vaya sorpresa encontrarlo tan al norte), 2 escribanos palustres Emberiza schoeniclus, 4 escribanos cerillos E. citrinella y, por supuesto, pinzones reales. En el mismo borde de la carretera, se alimentaba un grupo de carboneros sibilinos y un Carbonero lapón. Cada parada tenía algún resultado. En una pequeña ciénaga al este de Akujärmi un Andarrios bastardo vigilaba de su pollo, que hacía ya la mitad del tamaño de un adulto. En Keväjärmi encontramos una hembra de Serreta chica con siete pollitos. No fue la única que vimos, más al este encontramos otra con 4 pollos más y otros 2 adultos. Por los lagos abundaban los porrones moñudos y osculados y los grupos de Ánade silbón Anas penelope. Disfrutamos de la fantástica estampa de un Colimbo ártico con dos pollos pequeños.
A media mañana se hizo el silencio. Exploramos muchos tramos de bosque con escasos resultados: algún papamoscas cerrojillo Ficedula hypoleuca, papamoscas grises Muscicapa striata, zorzales alirrojos, mosquiteros musicales y un solitario Pardillo sicerín. No fue hasta el atardecer cuando llegaron las campanadas: primero nos sorprendió un Mochuelo chico Glacidium paserinum, después descubrimos un Ampelís europeo cantando desde lo alto de una pícea y mientras lo observábamos, un osado Arrendajo funesto voló casi hasta nuestros pies. Intentamos atraerlo con pan, que era lo único que teníamos en ese momento, pero se mantenía muy esquivo y acabo perdiéndose en el interior del bosque.
Mergus albellus
El día 10 amaneció nublado, la lluvia de nuevo volvía a amenazarnos. Dedicamos la mañana a visitar la reserva de Mielikköjärven Lintutorni. Una zona húmeda, situada a pocos kilómetros al este de Ivalo, donde se puede disfrutar y disfrutamos de la observación de grullas Grus grus. Desde la torre de observación pudimos ver una pareja con un pollo bastante pequeño, además de la mayoría de las anátidas presentes en la zona y un Arrendajo funesto.
Panorámica de Mielikköjärven Lintutorni
Esa tarde teníamos previsto llegar a Kuusamo, de modo que nos esperaba un buen trecho de carretera. Al poco de abandonar Ivalo comenzó a llover. Y bajo una lluvia tenaz hicimos todo el trayecto. Lagos y bosque se sucedían. El Cisne cantor, una especie que hasta Ivalo habíamos visto de forma muy puntual, comenzó a dejarse ver con más frecuencia y pudimos observar varias familias. Finalmente, llegamos a Ruka, un poco al norte de Kuusamo, donde pasaríamos la noche. Las perspectivas no podían ser peores, llovía a cántaros y una niebla espesa ocultaba la cima de la sierra de Valtavaara. Sin embargo, el fantástico estofado de alce que nos pusieron para cenar, nos levantó el optimismo.
11 de julio: Sierra de Valtavaara
Este era uno de los objetivos principales del viaje. En esta región de Finlandia es donde más posibilidades hay de observar Coliazul cejiblanco Tarsiger cyanurus. Bien temprano y bien desayunados, enfilamos hacia la base de la sierra. Pertrechados contra el agua, encaramos la montaña a paso lento, haciendo frecuentes paradas para escuchar y observar. La vegetación era tupida y el suelo estaba totalmente encharcado. Fuimos ascendiendo por el sendero marcado. Después de media hora hicimos un repentino stop, sobre las ramas de una pícea se recortaba una pequeña y rechoncha silueta, un Mochuelo chico nos observaba fijamente. ¡Era el segundo que veíamos y sin guía! Estábamos teniendo suerte. Alcanzamos un altiplano habiendo observado un macho de Halcón abejero Pernis apivorus, Andarríos bastardo, varios petirrojos Erithacus rubecula, una pareja de colirrojos reales, las cuatro especies de zorzales, hasta 14 carboneros sibilinos, algún Agateador norteño Certhia familiaris y un grupo de piquituertos, pero comunes (el Piquituerto lorito fue una de las especies que nos quedó por bimbear, al menos con seguridad). Alcanzamos un refugio cerca de la cota máxima y unos 100 m. más abajo, ya en la otra ladera, sentimos cantar un Coliazul. Era media mañana. El corazón se nos catapultó, nos pusimos a buscarlo, pero no dimos con él y eso que llegamos a tenerlo relativamente cerca. Al final nos dimos por satisfechos con haberlo oído.
La vuelta fue muy dura. Aparte de no ver prácticamente nada, el camino se convirtió en un sendero fangoso y medio inundado, la lluvia comenzó a caer sin piedad, y el día desapareció tras una espesa cortina de agua. Nuestro goretex se vio superado y las botas se empaparon hasta los tobillos (caminabamos sobre una esponja de musgo bajo una lluvia implacable). Cuando llegamos al apartamento, empapados y entumecidos, nuestros cuerpos agotados pidieron un alto y después de comer la siesta se alargó hasta las nueve de la noche. Dimos la jornada por finalizada y con ella Kuusamo.
12 de julio: Camino de Parikkala
Abandonamos Kuusamo como lo encontramos, gris, húmedo y lluvioso, y con un sabor amargo por no haberle podido sacar más provecho a aquellas colinas tan prometedoras. A medida que avanzabamos hacia el sur, en el cielo se fueron abriendo tímidos claros. Una especie que se fue haciendo cada vez más notoria, fue la Gaviota enana Larus minutus. Habíamos visto algunas al norte de la región de Kuusamo, pero cuanto más al sur, más abundante parecía. Al contrario que los charranes árticos, que se fueron rarificando hasta ser virtualmente sustituidos por los muy abundantes charranes comunes.
Sterna hirundo
El buen tiempo duró poco. A medida que nos aproximábamos al extremo suroriental de Finlandia los jirones de nubes dieron paso a un cielo cada vez más cerrado hasta que acabamos envueltos otra vez por una espesa cortina de agua. Llegamos a Parikkala a última hora de la tarde. El hotelito, situado a orillas del extenso lago Simpele, tenía una panorámica grandiosa. En los jardines se alimentaban varios zorzales reales (una tónica de todo el viaje-, y desde el embarcadero pude observar Somormujo lavanco Podiceps cristatus, Somormujo cuellirrojo P. grisegena y varios charranes comunes. Era hora de irse a dormir, teníamos un intenso día por delante y necesitabamos el descanso como el respirar.
13 de julio: Alrededores de Parikkala
Amaneció un día esplendido, un cielo azul y raso y una temperatura absolutamente veraniega. Los alrededores de Parikkala son un mosaico de bosques, prados y lagos, una combinación perfecta para multitud de pajarillos y aves acuáticas. Cerca del hotel encontramos dos familias de cisnes cantores. Los somormujos cuellirojos resultaban sorprendentemente abundantes, no habiendo rincón del gran lago Simpele donde no viéramos alguno. En los campos vimos los primeros alcaudones dorsirrojos
Lanius collurio de todo el viaje, sentimos cantar un par de ruiseñores rusos
Luscinia luscinia, y en las inmediaciones del pueblo, descubrimos un sigiloso Carricero de Blyth.
Podiceps grisegena
Tras una parada al medio día para comer y dejar pasar la canícula, nos dirigimos a la cercana reserva de Siikalahti, una extensa zona húmeda donde nidifican multitud de especies de aves acuáticas. Rodeadas por el cañaveral hay varias islas boscosas, algunas de las cuales son accesibles a través de pasarelas. Este es un buen hábitat para el Pico dorsiblanco
Dendrocopos leucotos. Lo intentamos en varios sitios, pero no apareció. Los que si estaban omnipresentes eran los carricerines comunes, que aún cantaban con fuerza en fechas ya tan avanzadas. Había una gran variedad de anátidas: cisnes cantores, ánades silbones, un friso
Anas strepera, cercetas comunes y carretonas
A. querquedula, azulones, rabudos, cucharas, porrones común, moñudo y osculado, y serretas chica y grande. El cañaveral fue sobrevolado por al menos cinco aguiluchos laguneros y de una de las islas salió directo hacia el cañaveral un Alcotán
Falco subbuteo. En unos prados lejanos pastaban varias grullas y se veían a las avefrías
Vanellus vanellus con sus pollitos. La estrella, sin embargo, vestía de encarnado, y no hablo del somormujo cuellirrojo –del que vimos un par de parejas-, sino de su pariente más pequeño el zampullín
Podiceps auritus. Contabilizamos un total de 16 ex. –algunos con crías-, la mayoría cercanos a una colonia mixta de Gaviota reidora y Charrán común.
Podiceps auritus
Esperamos a que cayera la noche, con la intención de probar suerte –aunque eran fechas un poco tardías- con la Buscarla fluvial
Locustella fluviatilis y ¡bingo!, aunque muy suave y espaciado, sentimos cantar un ejemplar en el límite entre los sauces y el cañaveral. Pero sin duda, el sonido que lo ocupó todo fue el canto estridente del Guión de codornices
Crex crex. Los campos parecían infestados. Nuestra suerte aún nos deparaba una última sorpresa: dos mochuelos boreales
Aegoleus funereus nos salieron al paso cuando circulábamos por una pista forestal cercana al pueblo. Aquella noche dormimos como lirones. Al día siguiente teníamos que viajar de vuelta a Helsinki, para el día 15 volver a Barcelona.
A pesar de que se quedaron muchas especies por ver, de que la climatología no nos acompañó demasiado, del sueño acumulado, del cansancio arrastrado, de las picaduras de mosquito, nos trajimos un gratísimo recuerdo de este viaje por el Ártico y los bosques boreales. La última especie que vimos antes de abandonar suelo finlandés, fue un grupo de 22 barnaclas canadienses Branta canadensis, bajo la lluvia claro.