Hoy me he levantado bastante enojado. No
explico los motivos, porque no habría cuaderno de bitácora lo suficientemente
grande para recogerlos. En lugar de ello, os contaré qué medidas he adoptado.
Todo el mundo sabe —o eso me han dicho—, que el enojo se quita
con relajación. Quién no ha pasado por esa experiencia en la que alguien con
voz suave y tono mesurado te dice: “Vamos,
relájate y respira profundo, y no pienses en eso, piensa en otra cosa. Todo se
arreglará”. ¡Pues claro que todo se arreglará! Una solución es no pensar en
eso, pensar en otra cosa y dejar que
el río siga su curso. ¡Vaya, ya lo he dicho, puñetas! Tengo que volver a
empezar.
Respiro profundamente y comienzo con mi
imaginería. ¡Ah, perdón, me olvidaba de una cosa importante! Hay que respirar
desde el diafragma e imaginar la respiración de abajo hacia arriba, siempre de
abajo hacia arriba, sino la hemos cagado. Continuo... Entonces recurro a mi
memoria, busco un paisaje agradable y trato de ubicar una experiencia que
elimine la tensión que me provoca ese sentimiento de enojo.
“Estoy a
orillas del río Besòs, en su llanura aluvial. Frente a mi se extiende una
extensa chopera, la más extensa de la llanura aluvial del Besòs. Es la
pollancreda de l’Alomar. Un hermoso sotobosque de chavolas ilegales cubre gran
parte de su extensión. Afortunadamente las autoridades son ciegas, sordas y tontas, y además no pueden hacer nada, nunca pueden hacer nada. Sobre mi
cabeza un ratonero sobrevuela la arboleda. Soñaba con hacer su nido en uno de
los chopos, pero el lugar es demasiado tranquilo”.
Este ejercicio tan sencillo de relajación se
puede combinar con una forma de pensamiento más eficaz, lo que los
especialistas llaman reestructuración cognitiva. Así evitaré
exageraciones y dramatismos, acaloramientos e insultos. Conseguiré ser más
razonable y justo con los demás. Y dicho esto, retiro lo de “las autoridades
son tontas”, y también lo de que “nunca pueden hacer nada”. Sobretodo lo de nunca, porqué al decir
nunca, caigo en la imprecisión y parece que no haya solución al problema.
Perdonad por el paréntesis. Continuo con mi ejercicio de relajación.
“El
suave murmullo del agua me traslada río abajo. De entre las cañas me llegan
unas voces. Alguien juega a que un pájaro persigue a otro pájaro. No, no es un
juego. Es ese arte antiguo que sirve para la caza de volatería (según la RAE).
El cetrero, que es quien practica ese arte, camina por la orilla. Las aves se
levantan a su paso y entonces lanza a su azor contra ellas. Veo decenas de
pájaros sobrevolando el río. Vuelan arriba y abajo, describiendo círculos en un
aparente desorden. Parece que quieran posarse, pero es sólo parte del juego.
Les encanta volar, por eso tienen alas”.
¡Qué bueno, comienzo a sentirme mejor! Siento
que otro sentimiento desplaza a la ira. Y lamento haber usado la expresión
“contra ellas”. Seguro que las intenciones del cetrero nada tienen que ver con
oposición o enfrentamiento.
“Ahora
estoy tumbado sobre la verde hierba. A mi alrededor los niños juegan y la gente
pasea con sus perros. Afortunadamente van sueltos y sin bozal. Libres y
contentos, se lanzan al agua. Persiguen a los patos y a las gaviotas. Quieren
compartir su alegría con el resto de criaturas. Pero no sólo con los animales,
también con las plantas. A ellas, y a la Tierra, les devuelven lo que ella tan generosamente
les otorgó. Lo hacen ante la cara de satisfacción de sus propietarios, de los
responsables de su tenencia. Satisfechos, continuan con sus juegos. Mientras
tanto decenas, cientos de personas disfrutan también de la verde hierba y del
gris asfalto.”
Cada vez me siento mejor. Aunque mi dominio de
la reestructuración cognitiva está aun a nivel de principiante, noto que mi
enojo se va diluyendo. Quizás tenía la falsa crencia de que todos los problemas
tienen solución. Quizás no sea así. Quizás mi enojo no sea tan sano y natural y
deba enfrentar los problemas en lugar de encontrar una solución.
“Es un
lugar privilegiado. Es donde el río se une al mar. Es un lugar lleno de
sensualidad, donde un cuerpo se funde con otro cuerpo. Es un lugar límpio,
nítido. La brisa marina, el verde de los tamarindos, el rumor de las olas, el
fluir de las aguas de la central térmica. Estoy en el paraiso. Estoy en la
desembocadura del Besòs.”
Ahora podré enfrentar el día con mejor
predisposición, sin ira ni frustración. Ahora podré asomarme al río Besòs más
sano, más comunicativo, con mejor humor. Ahora que sé que el Ayuntamiento de
Montcada i Reixac le dará al río un “tracte especial per tal de preservar-ne la
biodiversitat existent”, me voy tranquilo.
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