L'ORNITONIGMA

diumenge, 7 de setembre del 2014

Comença el festival de rapis!


El mes de setembe és especialment il·lusionant per un ornitòleg. Milions d’ocells viatgen des de les seves zones de cría de l’hemisferi nord fins les terres que els acolliran durant l’hivern. Algunes es quedaran per les nostres contrades, altres però volaran més enllà del tròpic o encara molt més lluny. Ho fan seguint autopistes invisibles a l’ull humà i utilitzant estratègies tan diverses que el seu estudi ha generat rius de tinta.

Existeixen llocs privilegiats on aquest fenòmen es manifesta en la seva màxima expressió: Estaca de Bares a Galícia per les aus marines, l’Estret de Gibraltar al sud de la península per les aus planejadores o el Delta de l’Ebre per limícoles, són alguns llocs on es pot gaudir d’aquesta meravella.

Jo tinc la fortuna de viure al costat d’una carena de serres pròximes al litoral que conformen una via migratòria prou important per a miles de rapinyaires. Quan s’apropa la temporada ja sento una mena de negit i un impúls irrefenable d’enfilar-me a la nostra atalaia i observar el cel. Dic nostra, perquè comparteixo aquests moments amb els meus amics. Comparteixo l’adrenalina del descobriment, els coneixements, l’incertesa devant algunes observacions, i perquè no també l’avorriment. L’Espinal és un lloc humild, on els “rapis” acostumen a passar alt i lluny, però no penseu que això és un handicap, contrariament és una font permanente d’aprenentage.



Dissabte i diumenge hem fet una bona pila d’hores d’observació, ha estat un tastet, un preludi del que està per venir, un tastet que ens ha brindat la possibilitat de veure 1 àguila percadora, 1 àguila marcenca, más de 28 arpelles, 2 esparvers cendrosos, al menys 4 aligots vespers, no menys de 5 esparvers vulgars, algun astor, pocs xoriguers, diversos falcons mostatxuts, 1 falcó de la reina i un falcó pelegrí.

Falco tinnunculus
Femella adulta de Circus pygargus
Juvenil de Circus pygargus
Falco subbuteo

That's all folks! Ja aniré explicant com evoluciona la temporada que acaba de començar.

Fins aviat!


divendres, 5 de setembre del 2014

Reflexiones naturales: malditas algas


Una persona con un trípode y un telescopio; una playa en marea baja abierta al Atlántico; una marea baja que descubre sus secretos y un par de señoras de fino olfato con ganas de poner verde al alcalde del pueblo. Cuatro ingredientes que conforman el relato de un día cualquiera, un día como ayer por ejemplo.

El telescopio
Siempre que salgo a ver pájaros acostumbro a llevar el telescopio montado en el trípode. Siempre que llevo el trípode acostumbro a sentir algún comentario. (Casi) siempre que escucho esos comentarios me viene una sonrisa, a veces una sonrisa con toda su mala leche, otras intento reconducir el comentario. Me gusta ser cortés. Eso, reconducir el comentario, es muy importante (ser cortés no lo es menos), porque lo que va anclado a mi trípode nunca es una cámara, es siempre un objeto tubular con unas lentes internas, que permiten acercar algún elemento lejano, que despierta mi interés, para observarlo con más detalle. Como he dicho al principio del párrafo, se llama telescopio y es una herramienta muy útil para el observador de aves.

Los telescopios eran antaño algo bastante ajeno a casi todo el mundo, especialmente estos llamados terrestres. Su uso estaba más relacionado con la observación del cielo nocturno y quizás otro tipo de usos en los que no quiero entrar ahora, pero pocos se imaginaban a alguien con el ojo enganchado al ocular mirando pájaros, y con razón, pues esto es algo relativamente reciente. Quizás por eso persiste la idea en el imaginario colectivo, de que todo lo que está sobre un trípode es una cámara. Volviendo a los telescopios astronómicos. Esos sí que eran más conocidos. Yo de niño quise tener uno y casi lo consigo. Al final lo cambié por unos prismáticos.

La playa
Una playa es una extensión de arena donde confluyen el mar y la tierra. Mar y Tierra no se unen bruscamente en las playas, se fusionan en un ir y venir continuo. Sin embargo, sabedora del carácter impetuoso del Mar, la Tierra decidió protegerse de su genio con un ondulado abrigo de dunas, acumulaciones de arena que irónicamente generó el Mar, seguro que también conocedor de su cambiante carácter. Antes había muchas dunas. Ahora quedan menos y el Mar se come a la Tierra.



La marea
Con matemática periodicidad, el Mar se aleja y se acerca de la Tierra. En realidad se trata de un juego gravitacional entre el Sol y la Luna, que afecta al nivel del mar. Aproximadamente cada seis horas el paisaje costero cambia, y lo hace por completo. El cambio afecta a todos los sentidos. Con la marea baja, la vista ve fango, arena, rocas, algas donde antes sólo había agua; el oído se despierta con el trino de los zarapitos o la llamada siempre temerosa de los archibebes; el tacto se sorprende de la viscosidad del fango; el olfato atrapa múltiples olores; mientras el gusto espera paciente sentado en una mesa empuñando cuchillo y tenedor.



Un par de señoras de fino olfato
Dos señoras de fino olfato y otros delicados sentidos acostumbran a pasear cada día por encima de la playa. No lo pueden hacer por las dunas, porque donde había dunas ahora hay unas cosas de hormigón o madera, les llaman paseos y prosperan por doquier. Suelen hacerlo con la marea alta, el paseo. ¡El mar es tan bonito! Ahora sin embargo la marea está baja y se les nota algo turbadas. Su fino olfato se irrita con el olor de las algas. Son algas pardas que viven enganchadas al fondo rocoso, donde prosperan. Cuando baja la marea, quedan expuestas al Sol y desprenden un cierto olor, un aroma que en mi tierra conocemos como olor a ocle. Un aroma particular y propio de las costas atlánticas y cantábricas.

A unos metros de ellas, un hombre planta su trípode para prospectar el intermareal. Han soplado vientos fuertes del suroeste y es época de migración de limícolas, esas pequeñas aves zancudas típicas de los intermareales.
Su expresión se relaja cuando se dirigen a él. Se sienten un poco aliviadas. Por fin alguien podrá filmar el paisaje, colgarlo en la Red y denunciar el estado de abandono de la playa, una playa llena de algas pestilentes, una pestilencia que provoca nauseas. El hombre les explica que el artefacto no es una cámara, sinó un telescopio, aunque ese detalle parece no importarles e insisten en el estado lamentable de la playa y en la necesidad de denunciarlo. El hombre les explica entonces cómo es una playa, y como es y debe de seguir siendo esa playa en particular. En su explicación usa la palabra natural. Las señoras, con el remilgo propio que viste la arrogancia, arrinconan a la palabra natural.

Natural, ¿es natural que yo sienta nauseas cuando paseo por la playa?
¿Acaso es natural todo lo que expulsa el mar?
Naturalmente que sí, señoras.
¡Buen provecho!. Y continúan su camino.