Las apariencias engañan. Este paseriformes nos
lo encontramos una fría y ventosa tarde de enero al borde de un camino en el
entorno del P.N. de los Aiguamolls de l’Empordà. Atendiendo al dato fenológico,
ya queda bien claro de que especie se trata. No obstante, vamos a analizarla
someramente.
Su aspecto es aparentemente rechoncho, como lo
puede ser una Buscarla Unicolor (Locustella
lucinoides) o un Ruiseñor bastardo (Cettia
cetti). Además en ambos casos las tonalidades de las partes superiores
pueden parecer muy semejantes, de un marrón más o menos intenso. Hay, sin
embargo, una serie de rasgos que las descartan rápidamente.
En el caso de que se tratara de una
luscinoides, falta la curbatura tan característica de las primarias externas,
que le dan al ala ese aspecto redondeado (no siempre apreciable en el campo,
pero a esa distancia sí debería de serlo). La base de la cola es demasiado
estrecha, y no ancha, con unas infracobertoras caudales que deberían de llegar casi a
alcanzar la punta de la cola. La cola, que además de muy ancha, debería de ser visiblemente graduada desde las
rectrices externas cortas a las centrales mucho más largas. Es decir, tendría
forma de cuña. Ya hemos comentado el tema de la coloración, pero cabe recordar
que el marrón intenso de las partes superiores se extendería de forma más o
menos diluida hacia el pecho y los flancos. Además carecería de contrastes.
Sería muy uniforme. Y en el ave de la fotografía se observa un estriado oscuro
en manto, además de un ligero contrate con las grandes cobertoras y las
terciarias, que pese al acusado desgaste, aún muestran bordes externos claros.
Por último, hay un rasgo muy importante que no está presente en el ave de la
fotografía: la base del pico debería de ser substancialmente más ancha, conectando
con una frente plana, lo que le daría al conjunto un perfil ahusado.
Si no es una Buscarla unicolor, por qué no
puede ser un Ruiseñor bastardo (Cettia
cetti). En principio su aspecto rechoncho debería de cuadrar. Sin embargo
las proporciones no se ajustan al patrón de la especie, donde destaca una
cabeza proporcionalmente grande, un pico corto y fino, y como en el caso de la
luscinoides, una cola ancha con
infrabobertoras caudales de mayor proyección. Sin contar con una coloración
castaño rojiza más uniforme, y una lista superciliar mejor definida.
El Carricero agrícola (Acrocephalus agricola) se ajusta bastante a los patrones
morfológicos comentados para las otras dos especies. En su caso, la coloración
es un poco más pálida, de tonos menos intensos, y faltaría entre los rasgos
diagnósticos más importantes, esa expresión facial tan característica
determinada por una ceja larga, pálida y bien marcada desde las bridas hasta
casi la parte exterior de las cobertoras auriculares.
En definitiva, se trata de un Bisbita alpino (Anthus
spinoletta), que debido a las circunstancias meteorológicas, había adoptado una
postura encogida. Esto, sumado al desgaste que presentaba el plumaje, nos hizo pasar
un buen rato. Fijaos en las partes inferiores color ante uniforme con estriado marronuzco
en los flancos a modo de pinceladas; el supercilio blancuzco; las partes
superiores marrones con un estriado oscuro muy suave, que parecen casi lisas;
el diseño cefálico propio de la especie;
y la longitud de las terciarias, que casi alcanzan la punta de las
primarias.
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