L'ORNITONIGMA

dimarts, 8 de gener del 2013

Con mis prismáticos a cuestas: hacia el sur de Galicia


El 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes, la humedad de la habitación de aquel hostal calaba hasta los huesos, era aún noche cerrada y no se sentían ni los raitanes, que son bien madrugadores. Y como no hay dos sin tres, comenzaba a llover y el viento no parecía que fuera a dar tregua. Como se suele decir, sarna con gusto no pica, pero como decía mi abuela... mortifica. Un desayuno de los de antes ayuda a sobrellevarlo mejor y aquella tortilla que me comí, llena de tropezones del compango (término más apropiado para referirse al acompañamiento de la fabada) del caldo gallego, disparó mi colesterol y disipó toda sensación de frío.

Lires es la Galicia más auténtica. Encaramado en una suave pendiente, se refugia del oceano, pocas veces sereno, las más embravecido, tras una pequeña ría que sorprende por la cantidad de cormoranes grandes, garzas reales y gaviotas que la utilizan. Como dijo Ángel González: “¿Cómo/solar tan diminuto/puede ser compartido/por una población tan numerosa?” Para el poeta era todo un misterio y se preguntaba qué “regulará tal prodigio”. En el caso de Lires noo hay tales incertezas: una piscifactoría aboca a la ría gran cantidad de alimento que atrae a cientos de aves piscívoras.


Con la marea baja, cientos de gaviotas descansaban sobre los bajíos. En los tejados había otros tantos cientos, y en la desembocadura de la ría descansaba el resto. La búsqueda de la smithsonianus, aparentemente fácil, no lo iba a ser tanto. Así fue que me pasé la mañana mirando gaviota por gaviota, descubrí varias argénteas adultas, unas cuantas inmaduras, hice alguna lectura con escaso éxito debido al fuerte viento. Me trasladé al otro lado de la playa de Nemines, donde encontré 6 gaviotas canas de primer invierno y un primer invierno de gaviota tridáctila (Rissa tridactyla). Óscar Llama me dio algunas indicaciones, pero no había manera, Barrilete no estaba allí. Al medio día me puse a revisar otra vez todos los bandos. Comenzé por la bocana de la ría. El movimiento de gaviotas era continuo. Un grupo llegó del mar y se posó junto al gran bando que dormía sobre la arena mojada. ¡Y allí estaba! ¡Enorme! ¡Monstruosa, destacando como una pálido gavión y empequeñeciendo a las patiamarillas y sombrías de su alrededor! Se acicaló un poco el pecho y se sentó como el resto de gaviotas. La cabeza guardada entre las plumas del dorso, alineada frente al fuerte viento del suroeste. Así se quedó tiempo y más tiempo, hasta que un paseante levantó todo el bando, y de la misma manera que llegó, desapareció.





Antes de bajar para A Ramallosa (sur de la ría de Vigo), me detuve en el puerto de Corcubión. Allí me sorprendió un charrán común (Sterna hirundo) luciendo su librea estival en pleno invierno.



Desde mi “base de operaciones” en Ramallosa (Nigrán), prospecté toda la costa sur entre el río Lagares en Vigo y el esteiro do Miño, en la frontera con Portugal. Buenas cantidades de limícolas en playas, rías y ensenadas, pero lo más destacado fue la presencia abundante de negrones comunes (Melanitta nigra), que quizás esté relacionada con el excepcional paso de migrantes que se registró en la Estaca de Bares el pasado otoño. Un ejemplar en el peqeño puerto de Santa María de Oia el día 29 fue el primero que localicé. El mismo día vi otros 4 exs. en el puerto de A Garda. Entre el Areal de Calzoa y la playa de Samil en Vigo, contabilizé 14 exs. el día 30, y entré 14 y 19 vi entre Paxón i Arealoura. El día 1 de enero eran 15 los que había en esa zona, 4 frente al Monte Lourido y 11 en la playa Ladeira (Baiona). Ese mismo día continuaba el de Santa María de Oia y los 4 exs. de A Guarda. Todos eran hembras y machos jóvenes.



La zona estaba animada, con colimbos chicos (Gavia stellata) en las playas de Patos y Arealoura (Nigrán) y dos ejemplares más en la desembocadura del Miño, frente a Caminha. Alcas y zampullines cuellinegros también estaban presentes, siendo para las primeras uno de los mejores años que recuerdo en los últimos inviernos.



Entre limícolas, gaviotas, alcatraces y aves buceadoras concluyó mi estancia en Galicia. La vuelta estaba al caer y nos esperaban miles de ánsares. Nos esperaban porque el trayecto de vuelta lo hice en compañía de Miquel, a quien tengo que agradecer su inmensa paciencia.