El 28 de diciembre, Día de los Santos
Inocentes, la humedad de la habitación de aquel hostal calaba hasta los huesos,
era aún noche cerrada y no se sentían ni los raitanes, que son bien
madrugadores. Y como no hay dos sin tres, comenzaba a llover y el viento no
parecía que fuera a dar tregua. Como se suele decir, sarna con gusto no pica,
pero como decía mi abuela... mortifica. Un desayuno de los de antes ayuda a
sobrellevarlo mejor y aquella tortilla que me comí, llena de tropezones del
compango (término más apropiado para referirse al acompañamiento de la fabada)
del caldo gallego, disparó mi colesterol y disipó toda sensación de frío.
Lires es la Galicia más auténtica. Encaramado
en una suave pendiente, se refugia del oceano, pocas veces sereno, las más
embravecido, tras una pequeña ría que sorprende por la cantidad de cormoranes
grandes, garzas reales y gaviotas que la utilizan. Como dijo Ángel González:
“¿Cómo/solar tan diminuto/puede ser compartido/por una población tan numerosa?”
Para el poeta era todo un misterio y se preguntaba qué “regulará tal prodigio”.
En el caso de Lires noo hay tales incertezas: una piscifactoría aboca a la ría
gran cantidad de alimento que atrae a cientos de aves piscívoras.
Con la marea baja, cientos de gaviotas
descansaban sobre los bajíos. En los tejados había otros tantos cientos, y en
la desembocadura de la ría descansaba el resto. La búsqueda de la smithsonianus,
aparentemente fácil, no lo iba a ser tanto. Así fue que me pasé la mañana
mirando gaviota por gaviota, descubrí varias argénteas adultas, unas cuantas
inmaduras, hice alguna lectura con escaso éxito debido al fuerte viento. Me
trasladé al otro lado de la playa de Nemines, donde encontré 6 gaviotas canas
de primer invierno y un primer invierno de gaviota tridáctila (Rissa
tridactyla). Óscar Llama me dio algunas indicaciones, pero no había manera,
Barrilete no estaba allí. Al medio día me puse a revisar otra vez todos los
bandos. Comenzé por la bocana de la ría. El movimiento de gaviotas era
continuo. Un grupo llegó del mar y se posó junto al gran bando que dormía sobre
la arena mojada. ¡Y allí estaba! ¡Enorme! ¡Monstruosa, destacando como una
pálido gavión y empequeñeciendo a las patiamarillas y sombrías de su alrededor!
Se acicaló un poco el pecho y se sentó como el resto de gaviotas. La cabeza
guardada entre las plumas del dorso, alineada frente al fuerte viento del
suroeste. Así se quedó tiempo y más tiempo, hasta que un paseante levantó todo
el bando, y de la misma manera que llegó, desapareció.
Antes de bajar para A Ramallosa (sur de la ría
de Vigo), me detuve en el puerto de Corcubión. Allí me sorprendió un charrán
común (Sterna hirundo) luciendo su librea estival en pleno invierno.
Desde mi “base de operaciones” en Ramallosa
(Nigrán), prospecté toda la costa sur entre el río Lagares en Vigo y el esteiro
do Miño, en la frontera con Portugal. Buenas cantidades de limícolas en playas,
rías y ensenadas, pero lo más destacado fue la presencia abundante de negrones
comunes (Melanitta nigra), que quizás esté relacionada con el excepcional paso
de migrantes que se registró en la Estaca de Bares el pasado otoño. Un ejemplar
en el peqeño puerto de Santa María de Oia el día 29 fue el primero que
localicé. El mismo día vi otros 4 exs. en el puerto de A Garda. Entre el Areal
de Calzoa y la playa de Samil en Vigo, contabilizé 14 exs. el día 30, y entré
14 y 19 vi entre Paxón i Arealoura. El día 1 de enero eran 15 los que había en
esa zona, 4 frente al Monte Lourido y 11 en la playa Ladeira (Baiona). Ese mismo
día continuaba el de Santa María de Oia y los 4 exs. de A Guarda. Todos eran hembras
y machos jóvenes.
La zona estaba animada, con colimbos chicos (Gavia stellata) en las playas de Patos
y Arealoura (Nigrán) y dos ejemplares más en la desembocadura del Miño, frente
a Caminha. Alcas y zampullines cuellinegros también estaban presentes, siendo
para las primeras uno de los mejores años que recuerdo en los últimos
inviernos.
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